VISIONES NÓMADAS
Laura Acosta
Para Verdugo experimentar con las espesuras de los muros viene siendo una especie de fascinación obsesiva a través de la cual es capaz de penetrar en el corazón de un paisaje desnudo y al mismo tiempo lleno de significaciones. El muro es reclamado en la obra del artista como testigo del tiempo, de las civilizaciones, de los cultos y liturgias del ser humano, como elemento vivo que pasivamente escucha y que activamente habla.
En esta nueva muestra, la mirada del pintor se ha hecho más nómada, recorriendo escenarios concretos que habitan en el
recuerdo y surcan la memoria. La densidad de la pigmentación trae ahora memorias de África, tierra heredera de incandescencias y contrastes que se agitan con el mismo viento de aromas especiados; pero también desiertos olvidados de arena eterna con sabor a almagre seco. Muros de adobe que han sido decorados con el lustre de las sucesivas capas de rojos oxidados o pálidos azules. He aquí una estratificación de capas de tonalidades humildes y también suntuosas, que parecieran ser observadas a la luz vacilante de una llama.
Son los colores de Verdugo, colores de una existencia rústica, desprovista de objetos, pero enmarcada por esa estética sutil de formas primitivas. Simplificando hasta el signo geométrico, en busca de la huella ancestral, mostrando un mensaje mínimo para que todo esté en manos de nuestros primarios sentidos, capaces de oler la materia y ver a través de ella el continente evocado.
Estas Visiones Nómadas del artista nos muestran geometrías de un mundo solar quebrado por las grietas del abismo infinito para aliviar los vastos horizontes de tierras sin aguas. El dibujo intuitivo de líneas como hilos líquidos, centelleantes, en tramas dibujadas sobre superficies que bajo la mano del pintor se tornan de repente suaves al tacto y al alma. Son arquitecturas elementales levantadas a l sur del sur, que se sirven de los almagres, los alberos, los añiles andaluces del pintor…
Y también, como siempre, redescubrimos la piel pictórica de Verdugo, la memoria de la cal. El blanco como pureza y energía, como valor cromático de lo primigenio, como la luz más pura y la búsqueda espiritual. El blanco encontrado en la cal, en este material tan noble y humilde, tan de todos. Para Verdugo, «el blanco siempre evoca insinuaciones de veladuras transparentes, y me permite expresar una mezcla de dolor y dignidad en la serie en la que estoy inmerso, ésta de las refugiadas soma líes, que yo llamo las madonnas del fotógrafo Fazal Sheik, que surgen con una mirada de humanidad y fortaleza en la nada de un campo de refugiados de Kenia «.
El blanco, siempre el blanco.
Verdugo has been obsessively fascinated with the breadth of walls, a fascination that has enabled him to penetrate the heart of a landscape at once bare and full of meanings. In the artist’ work, the wall is witness to time, c civilizations, human cults and liturgies, a living thing that passively listens and actively speaks.
In this new sample of his work, the painter’s gaze has become more nomadic, traversing concrete scenes that inhabit recollections and cleave through the memory. The pigmentation density bears memories of Africa, a land that is heir to incandescence and contrasts stirring with the same spice laden aromatic wind ; but also forgotten deserts of eternal sands tasting of dry ochre reds. These are adobe walls that have been decorated with the luster of successive layers of oxidized reds or pale blues. These are stratified layers of humble and sumptuous tonalities that appear as if seen by the flickering light of a flame.
Verdugo’s colors are the colors of a rustic existence, devoid of objects but framed by that subtle esthetic of primitive forms. Simplifying even the geometric symbol, in search of the ancestral trace, showing a minimal message whereby everything is within the grasp of our primary senses, capable of smelling the material and seeing through it the evoked continent.
These Nomadic Visions of the artist show us geometries of a solar world broken by the cracks in the infinite abyss in order to alleviate the vast horizons of waterless lands. The interwoven lines like liquid threads, sparkling, intuitively drawn over surfaces become, in the artist’s hands, soft to the touch and the soul. Basic architecture in and of the south, it avails itself of the artist’s ochre reds, whites, Andalusian indigoes…
And, as always, we rediscover Verdugo ‘s pictorial skin, the memory of the lime. White as purity and energy, as primeval chromatic value, akin to the purest light and the spiritual search. The white encountered in the lime, in this most noble and humble material, so much of us all. For Verdugo : “the white always evokes insinuations of tra nsparent hues, and allows me to express a blend of pain and digni ty in the series that I’m immersed in, this one of the Somalian refugees, which I call the Madonnas of the photographer Fazal Sheik, who emerge with a look of humanity and fortitude in the nothingness of a Kenyan refugee camp.”
The white, ever the white.