LA MEMORIA DEL SUR
JULIA SÁEZ-ANGULO
Con frecuencia, la memoria tiene un comportamiento caprichoso y se re-vuelve en el ser con impaciencias de evocación de un tiempo pasado, que se hace presente en la instantaneidad del pensamiento, y nueva realidad, en el eterno retorno. Todo viaje tiene algo de huida de uno mismo, pero, en algunos casos, también de reencuentro por esa jugada mágica de la memoria. Fernando Verdugo volvió al sur, a su Andalucía natal, a su ciudad de Sevilla, y en medio de un ambiente de festividades y conmemoraciones centenarias, supo ver y sen-tir, con los ojos de la infancia y su mirada de pintor, sus colores primigenios, aquellos que la definen, porque van y vuelven con la pátina del tiempo. La cal, el almagre, el albero y el añil de los muros de los alcázares, palacios, iglesias y conventos, patios y callejones, volvían a su memoria que era vida y pulsión pic-tórica, no en la versión inmediata de su restauración, sino en esa mirada de quien sabe ver las huellas y presencia de los siglos, la amalgama de los estilos, las superposiciones de las capas matéricas, los reflejos oscuros que produce en el color el agua de las humedades, los brillos de la luz en los azulejos, las grietas texturadas que reseca el sol, los matices de las sombras y umbrías, las pintadas de una protesta o los graffitis de unos enamorados. El tiempo todo lo amalgama de una manera sabia. La pintura de Verdugo también lo ha hecho.
La cal, el almagre, el albero y el añil, colores todos ellos firmes y presentes, con un significado sutil, y hasta con cierto simbolismo, reaparecen muchas veces mezclados en el espesor de un muro que ha visto pasar muchas vidas junto a sí. Fernando Verdugo quiso llevar todas estas impresiones y evocaciones a sus soportes pictóricos, lienzo y tabla fundamentalmente, y su obra se hizo así, ma-térica en esta etapa, rica en pigmentos y arenas, en una compleja técnica mixta, en aras de un claro objetivo. El resultado es una pintura llena de sugerencias, una abstracción que resulta más evocadora de la realidad, en una rápida elipsis, que la visión que pudiera darse de una manera dibujística y figurativa. Nada más lejos del costumbrismo andaluz o sureño que esta pintura, y al mismo tiempo, nada más fuerte en su capacidad transmisora de una contemplación plástica y estética. En la exposición que Verdugo llevó a cabo en la prestigiosa Capilla del Oidor, de la Fundación Colegio del Rey de Alcalá de Henares, el artista mostraba una serie de cuadros en los que todavía se hacían alusiones a su anterior etapa de la serie «Piscinas», en un intento claro de dar unidad y continuidad a su trabajo.
Una consideración singular merece la obra gráfica de Verdugo. Sus investigaciones de taller, con la plancha, los ácidos y el tórculo, le han llevado a logros sorprendentes de efectos y calidades rugosas o acuosas, para plasmar su vocabulario plástico, su iconografía de muros y aguas, en consonancia con su misma obra pictórica. Verdugo se ha revelado en los últimos años como un auténtico maestro del grabado, por lo que ha sido invitado a impartir cursos en diversas entidades y en la Universidad. Para quienes seguimos de cerca y desde hace años la trayectoria pictórica de Fernando Verdugo, el artista se encuentra en un momento pletórico de su creatividad plástica.