EL MURO Y LA MEMORIA
MIGUEL LOGROÑO
Porque hay imágenes persistentes, y señales obsesivas, y preguntas que no se conforman con la primera respuesta – asuntos que no son neutrales, a los que hay que modelar su volumen más acorde-, la pintura es una profesión dinámica. Por supuesto que entiendo el «profesar» como ejercicio -del arte, de una disciplina-, pero, sin ignorar esta apreciación, relativa a una cualidad técnica suficiente, mi consideración se centra en el compromiso, en el obligarse ante unas demandas de conocimiento. Hablaríamos en vano de la representación, la vaciaríamos de todo significado ético, si se viese constreñida a un simple gesto de reiteración, y no a la adopción de una postura frente a lo que apremia al pintor. Quiero pensar en la realidad, este vértigo, este inquietante espacio que nos abarca, del que somos parte activa y, según indiqué al comienzo, nada neutral.
Por esta indagación de la realidad ha discurrido la obra de Fernando Verdugo desde su personal origen. Para no dispersar al lector, y al espectador, con prehistorias, desde el origen del origen, punto de un proceso expresivo que nos sitúa en lo precedente. Es inevitable evocar en este momento lo anterior en el devenir de las exposiciones de Verdugo en España, y en tal caso, aquellas «estructuras mutantes» que trasladaban a la geografía del cuadro la indagación, haciéndose -mudando, transformándose a cada instante- de la realidad interior/exterior del artista. El escorzo de una biografía que apela a una noción de lo cotidiano. Con otras palabras, la realidad como horizonte que contemplamos, pero, sobre todo, que nos contempla. Una realidad…, diré un paisaje del propio Fernando Verdugo, de todos nosotros, que dinámicamente nos posee. Un paisaje del que somos algo tan en su carne que difícilmente podremos traicionar. Dar contenido y, en consecuencia, sentido a ese paisaje redundará en la representación como figura esencial: aquello que nos reconoce y en lo que nos reconocemos.
En lo que va de ese momento «estructural» anterior al presente. destaca una propiedad nuclear en el proyecto de búsqueda de un paisaje por parte de Verdugo. Tal factor se orienta hacia la localización «plástica» del paisaje y a su organización que tendrán como marco el espacio concreto del cuadro. Valiéndose de elementos formales procedentes de lo exterior y de acuerdo a un método técnico específico, la realidad era (re)construida; el paisaje se producía, se estaba haciendo -siendo, cambiando- sobre el unitario soporte. Ciertamente, la realidad, el paisaje solicita ahora el mismo lugar, pero conforme a una intención más profunda de lo que se representa. El paisaje como proyección de un paisaje previo, en el que -hoy como ayer- desempeña una función primordial el recuerdo. Facultad que aconseja el tener en cuenta algunas razones organizativas principales en torno a la memoria, y como factor desencadenante de tal potestad, la representación antes de la representación, el muro.
El muro y la memoria en la pintura de Fernando Verdugo. En este instante constituyen los ejes alrededor de los que gira el proceso expresivo del artista: la memoria, como facultad proveniente -no nueva; ha estado siempre en esta obra- y el muro, como soporte de la historia, y como elemento estimulante de la memoria. Pintando en el muro, podríamos denominar el acto total de Verdugo. Pintando en, o desde el color -añil, almagre. albero-, la materia, las huellas que el tiempo ha dejado en el muro, que se extiende desde la infancia sevillana del pintor hasta lo irrenunciable en marcha de una existencia, que adquiere significación por esa calidad para representar el muro, lo que miramos, como el paisaje, y lo que nos ve.
El muro es una forma irrechazable también en una de las series actualmente más características de Fernando Verdugo: las piscinas. pintura y grabado. En las piscinas el muro adquiere valor de fortaleza y de laberinto, en casos. Y en otros, envoltura de aquello que ha de albergar, el agua, con todas las posibles interpretaciones plásticas: masa quieta, o en movimiento, reflejo del agua en el agua, y elemento provocador de la activa memoria. De la toma de conciencia del pintor y de la pintura, que, conforme se ha venido señalando, es una magnitud dinámica.
Texto en Catálogo exposición Capilla del Oídor. Fundación Colegio del Rey. Alcalá de Henares. Enero/Febrero, 1992.